julio 21, 2009

En el subte la gente huele
a alcohol en gel.
Refriegan sus manos
como cerrando un gran negocio.
Viajan con decisión
o, resignados.
Alguien tose y se miran,
se corren, desconfiados.
Lucen barbijos
como trenes blancos
con banderas celestes.
Como cuando juega la selección.
Las bufandas
abrazan cuellos, sellan bocas,
orgullosas en su arte cromático.
Pañuelos todoterreno
ocultan la preocupación
de pasajeros que se bambolean
y caen en las curvas
por no asirse a los pasamanos.
Quién sabe
quién se tomó de allí.
Harto de los anuncios,
despido a los barbijos,
bufanda en mano
feliz de viajar sentado
en las horas pico.
Después de todo,
el lenguaje es un virus.