febrero 10, 2012

Luna abatida sobre el Palomar
cuando salgo en la mañana
y camino el día más triste.
Con el alma gris,
atontada, confundida,
perdida entre la belleza de canciones eternas
que nos auparon a la vida
salvándola, bañándola de luz
y que ahora no sabe cómo seguir.
Hay un cuchillo en el aire, que crece...
el cuchillo que todo lo corta
que nos deja mudos en medio del río
apegados al vacío de las palabras
que vuelan y velan alzadas al cielo
jugando a ser nubes de niños
ángeles que custodian el viaje final
que llevan nuestros corazones en carretillas de música
que laten elevándose
dejándonos solos en la tierra
sus dueños que los vemos volar
para acompañar al guerrero en su última hora
mirándonos todos huérfanos perplejos.
Un torbellino de lágrimas que bailan
con él, con el poeta que viaja al más allá
para que baje hecho lluvia, diluvio final,
y nos inunde de poesía otra vez,
borrachos de una felicidad cósmica
hasta el mar gigante
el océano de las almas que buscan
la canción para los días de la vida.

Despedida al Flaco Spinetta.